Franco y Giuliano Lombardo echaron anclas en Barcelona a principios de los setenta. Franco, el mayor, desembarcó de los cruceros con los que había surcado los mares del planeta desde los quince años, y cambió el vaivén de los fogones ambulantes tras los que aprendió la profesión, por los menos oscilantes de tierra firme. Giuliano, unos cuantos años menor, dejó de andar arriba y abajo por Europa haciendo de maître, un oficio este que inició de muy niño. Y finalmente, también se incorporó la hermana de ambos, Ana, a sumarse al proyecto ya consolidado.